7 David y Abisay se dirigieron de noche hacia la tropa. Saúl dormía
acostado en el centro del campamento, con su lanza, clavada en tierra, a su
cabecera; Abner y el ejército estaban acostados en torno a él.
8 Dijo entonces Abisay a David: «Hoy ha copado Dios a tu enemigo
en tu mano. Déjame que ahora mismo lo clave en tierra con la lanza de un
solo golpe. No tendré que repetir.»
9 Pero David dijo a Abisay: «No lo mates. ¿Quién atentó contra el
ungido de Yahveh y quedó impune?»
10 Añadió David: «Vive Yahveh, que ha de ser Yahveh quien le hiera,
bien que llegue su día y muera, bien que baje al combate y perezca.
11 Líbreme Yahveh de levantar mi mano contra el ungido de Yahveh.
Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos.»
12 Tomó David la lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se fueron.
Nadie los vio, nadie se enteró, nadie se despertó. Todos dormían porque se
había abatido sobre ellos el sopor profundo de Yahveh.
13 Pasó David al otro lado y se colocó lejos, en la cumbre del monte,
quedando un gran espacio entre ellos.
14 Gritó David a la gente y a Abner, hijo de Ner, diciendo : «¿No me
respondes, Abner?» Respondió Abner: «¿Quién eres tú que me llamas?»
15 Dijo David a Abner: «¿No eres tú un hombre? ¿Quién como tú en
Israel? ¿Por qué, pues, no has custodiado al rey tu señor? Pues uno
del
pueblo ha entrado para matar al rey, tu señor.
16 No está bien esto que has hecho. Vive Yahveh que sois reos de
muerte por no haber velado sobre vuestro señor, el ungido de Yahveh. Mira
ahora. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro del agua que había junto a la
cabecera?»
17 Reconoció Saúl la voz de David y preguntó: «¿Es ésta tu voz, hijo
mío David?» Respondió David: «Mi voz es, oh rey, mi señor,»
18 y añadió: «¿Por qué persigue mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho
y qué maldad hay en mí?
19 Que el rey mi señor se digne escuchar ahora las palabras de su
siervo. Si es Yahveh quien te excita contra mí, que sea aplacado con una
oblación, pero si son los hombres, malditos sean ante Yahveh, porque me
expulsan hoy para que no participe en le heredad de Yahveh, diciéndose:
«Que vaya a servir a otros dioses.»
20 Que no caiga ahora mi sangre en tierra lejos de la presencia de
Yahveh, pues ha salido el rey de Israel a la caza de mi vida como
quien
persigue una perdiz en los montes.»
21 Respondió Saúl: «He pecado. Vuelve, hijo mío, David, no te haré
ya ningún mal, ya que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. Me
he
portado como un necio y estaba totalmente equivocado.»
22 Respondió David: «Aquí está la lanza del rey. Que pase uno de los
servidores y la tome.